Por Jorge Borgognoni (consultor político)
En Córdoba no hubo ganadores ni perdedores,
aunque los titulares nacionales se esfuercen por instalarlo. Esa narrativa dura
apenas 24 horas, hasta que los números se miran en perspectiva. Si algo enseñan
las elecciones legislativas en esta provincia es que el voto cordobés tiene una
coherencia histórica que rara vez se altera, más allá de los nombres o de los
climas nacionales.
Con el 42% de los votos, La Libertad Avanza
(LLA) —el oficialismo nacional encabezado por Gonzalo Roca— obtuvo cinco escaños. Detrás se ubicó Provincias
Unidas, el espacio del oficialismo provincial liderado por Juan Schiaretti, con el 28% y tres bancas, mientras que Defendamos
Córdoba, de Natalia de la Sota,
alcanzó una banca con el 8%.
Lejos de un “triunfo arrasador” o una “derrota
estrepitosa”, el mapa que dejaron las urnas en Córdoba se asemeja mucho al que
se viene repitiendo desde hace más de una década. El informe histórico del voto
provincial lo confirma: el electorado cordobés tiende a concentrar su
preferencia en dos polos —uno provincial y otro opositor nacional—, dejando
poco espacio para terceros. En ese sentido, el resultado de este domingo no
rompe la tendencia; más bien, la consolida.
Por eso, el esfuerzo de Provincias Unidas tiene
sabor a poco, pero no por un retroceso, sino porque el techo histórico de su
caudal electoral está muy próximo a lo que consiguió. En cambio, La Libertad
Avanza, pese a su victoria, se topa con una Córdoba que no le ofrece expansión
ilimitada: el votante liberal y el votante del schiarettismo son, en muchos
casos, el mismo. Ambos comparten un ADN político que combina gestión y rechazo
a los extremos.
Los análisis que hablan de una “nueva sintonía
política” o de un “electorado en otra frecuencia” cometen, en el mejor de los
casos, un diagnóstico apresurado. Córdoba no se volvió más libertaria ni menos
provincial; sigue siendo, ante todo, anti-kirchnerista. Lo que sí cambió fue la forma en que los distintos espacios
interpretaron esa identidad: mientras unos apelaron a la razón, otros al enojo.
Y ahí se dibuja una línea clara entre el discurso racional y el emocional que,
al final del día, deja ver lo que muchos prefieren no admitir: la estafa
política no está en los votos, sino en las interpretaciones.
En definitiva, el resultado fue previsible.
Córdoba votó como suele votar, reafirmando su singularidad dentro del mapa
político nacional. Sin sorpresas para Provincias Unidas, y sorprendidos en La
Libertad Avanza.