Juan Ignacio
Baima
Manuel Belgrano está en la gran mesa de los héroes
nacionales. Una personalidad que lo dejó todo por la libertad de los hombres y
mujeres de la nación que comenzaba a nacer allá por 1810.
Falleció en la extrema pobreza, olvidado por muchos, y
con una enfermedad que lo agobiaba. Hoy todos le rendimos homenaje ya que nos
dejó lo más preciado: la bandera y sus valores.
¿Por qué hoy cuesta ver a alguien con esos ideales de
justicia, soberanía y bien común?
Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano, nacido
el 3 de junio de 1770, fue abogado, economista, periodista, político, diplomático y
militar argentino. Sobre Belgrano han escrito mucho a lo largo del tiempo y la
historia dio cuenta de su pensamiento, su patriotismo, su genio y su persona. Es
destacado en diferentes aspectos de su vida y no solo como el padre de nuestra
bandera nacional.
Cuando hablamos de que nos legó algo más (y no es poca
cosa) que la insignia que nos representa en el mundo, debemos pensar en los valores,
donde el esfuerzo y el estudio juegan un rol esencial: los estudios y la
preparación de Manuel le permitieron ejercer como abogado, político,
economista, estadista, escritor, comerciante, periodista, diplomático y militar.
Gran prócer
Este criollo, conocido como el de más fe de nuestros
próceres, fue partícipe de la Revolución de Mayo de 1810, donde fue vocal de la
Primera Junta. Posteriormente colaboró en la guerra de independencia contra los
realistas, siendo nombrado General al mando del ejército del
Paraguay, jefe de las expediciones libertadoras de la
Banda Oriental y del ejército del Norte en 1812, donde en ese mismo año creó e izó por primera vez
la bandera argentina. En el norte venció en las batallas de Tucumán y Salta,
lideró el Éxodo Jujeño y perdió en el Alto Perú. No obstante, su accionar fue
primordial para lograr la independencia de nuestro país.
Después de vencer en Salta y Tucumán, la Asamblea del año
XIII le otorgó 40.000 pesos oro, los cuales Manuel destinaría para construir escuelas en
Tarija, Jujuy, Tucumán y Santiago del Estero.
Además, Belgrano redactó un documento para esas escuelas
donde establecía que el maestro debía ser bien remunerado por ejercer una de
las tareas más importantes: educar. Lamentablemente el dinero donado por
Belgrano fue utilizado por el Triunvirato y las escuelas nunca se hicieron.
Obligados a
recordarlo
En una Buenos Aires asolada por la guerra civil, falleció
de una agobiante enfermedad el 20 de junio de 1820, sumido en una extrema
pobreza, indiferencia del pueblo que ayudó a nacer y silencio oficial. Su
última voluntad fue que sus restos fueran llevados al convento de Santo
Domingo, ya que tanto él como su familia tenían afecto
por los Domínicos, orden religiosa que lo acompañó hasta sus últimos momentos.
La vida de Manuel Belgrano fue de modestia y servicio a
la patria: cada ámbito en el que formó parte, fue un frente de batalla donde el
sueño de ser un pueblo libre se convirtió en una
realidad. El amor por este suelo y la educación para sus
ciudadanos fueron siempre las
herramientas para cumplir con el deseo de nuestros
héroes.
A 204 años de su muerte tenemos la obligación de pensar
en Manuel Belgrano como una personalidad
que debemos destacar como el ícono de nuestra Argentina: su nombre es
sinónimo de libertad y de amor a la patria.
En un país dividido por una grieta que parece no terminarse
en el horizonte, debemos pensar en el cariño y la tenacidad de este prócer y de
otros héroes de nuestra independencia por defender lo nuestro, buscando el bien
común para sus habitantes, sin caer en las banalidades que se reflejan en la
superación personal, en el “sálvese quien pueda”, en entregar lo que nos pertenece
sin mirar atrás.
Muchos de los que han llevado las riendas de esta nación no
supieron defender estos valores a capa y espada, como lo ha hecho Manuel José
Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano. Él
nos legó algo más que la bandera, nos legó el amor por la patria.
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