Por Nicasio Guerra
La juventud ya no cree en las políticas tradicionales, podríamos decir que se han cansado de los políticos y sus formas; buscan algo nuevo, alguna nueva fórmula que de respuestas y soluciones al mundo actual cambiante y dinámico donde las necesidades son inmediatas y los estímulos son constantes llevando el ritmo de las redes sociales y la globalización. Todo parece haberse acelerado y el éxito tiende a medirse por el número de interacciones en las redes. La realización personal se convirtió en aprobación colectiva.
En este contexto, reflexionemos sobre tres ejes, que en los últimos meses han sido de debate constante. La cultura, educación y política.
Es importante mencionar que estos ejes no son disjuntos, cada uno de ellos se encuentran y aportan una visión acerca del país actual o que modelo queremos. Hace unas semanas vivimos una marcha en todo nuestro suelo en defensa de la educación pública, donde no solo estudiantes, sino también vecinos, dirigentes gremiales y políticos sin importar su signo salieron a pedir por lo que consideramos un acuerdo nacional; la educación pública gratuita y de calidad. Esto no es para nada algo menor y es que hay muchas discusiones sobre que rumbo debemos elegir en este vertiginoso presente, sin embargo, todos, incluso la desenamorada juventud de las formas tradicionales, estamos de acuerdo en que la educación es una insignia en nuestro país y una referencia en el mundo, así como también la mejor oportunidad de conseguir un ascenso en la escala social y la igualdad entre los ciudadanos.
La educación se ha convertido en una bandera nacional, hoy, es parte de nuestra identidad y es por eso por lo que todo el pueblo se reciente cuando alguien atenta contra ella. El pueblo argentino tiene identidad y memoria, nuestra historia nos hermana y nos abraza generación tras generación… aquí es donde sale a flote otro eje; la cultura.
La palabra cultura proviene de “cultivo” luego alguien que posee cultura es alguien “cultivado”. Hay un estrecho vínculo con la tierra, lo que crece de ella y por supuesto los que la habitan, tener cultura no es otra cosa que ser argentino, con sus costumbres, sus historias, su arte, su ciencia y filosofía acerca del mundo. No es tan sólo un estereotipo del ser nacional es sentirse en armonía y con la querencia de provenir de este suelo amando a todos los que la caminan con cuidado de no herir lo que de esta tierra brota.
El mundo globalizado ha ido desdibujando la figura del patriota, la idea de “ciudadano del mundo” borra las fronteras y hasta cierto punto iguala a los pueblos quitándole su riqueza y su pertenencia. Este modelo mundial solo puede favorecer a quienes son grandes exportadores de cultura y arte; el nuevo imperialismo ya no conquista tierras sino el espíritu de los individuos. El contexto nacional no es ajeno a estas formas de dominación, nuestro arte y tradiciones parecen licuarse floreciendo esporádicamente en fechas patrias y en contiendas deportivas, hay que sumar también que de parte del gobierno hay una clara intención de quitarnos lo argentino; desfinanciando la cultura, con un presidente paseándose por el mundo no como un líder de una gran nación, sino más bien como un fan de estados extranjeros y amante de las corporaciones que catalizan la globalización despersonalizando a todos y catalogándolos bajo la fría figura de ”clientes”.
La política entra como el ente mediador y regulador en estos contextos, tratando de responder que modelo de país y ante que mundo nos mostraremos. Es necesario entender a la diciplina política como una herramienta de transformación de la realidad y de los escenarios sociales. Pese a todos los condicionantes mencionados y a los fuertes intereses que vienen desde el viejo mundo, lo cierto es que todos los argentinos siempre nos identificamos como tales y al mirar nuestra bandera sentimos que nuestro corazón se hincha en nuestro pecho. El juicio actual sobre que la política ha quedado desactualizada y que no aporta nada bueno a la comunidad, contrasta vivamente con la militancia estudiantil en las universidades, los centros vecinales con sus actividades, las miles de personas que forman cooperativas, consorcios de edificios y dirigentes de clubes barriales. La política no se ha desactualizado, ha sido operada por una nueva forma de la lógica del poder y el sometimiento; generando desinterés que bajo la bandera de lo apolítico y la libertad van preparando una nación sin identidad, sin educación y con la intención de no tener herramientas sociales que velen por sus habitantes, dejando consumidores perfectos y trabajadores tiempo completo.
No todo son malas noticias; nuestro pueblo es grande con la historia de muchos patriotas detrás, y mientras tengamos educación, una cultura rica y creciente en conjunto con políticas que reivindiquen lo nuestro, la Argentina, será de los argentinos. He aquí la importancia de formar a nuestros habitantes y compatriotas, obteniendo profesionales capaces de construir y colaborar a un proyecto de país, con una educación al servicio de la comunidad, comunidad argentina con nuestra propia marca e idiosincrasia, respetando nuestra historia, nuestro arte y ciencia, con políticas de estado que garanticen tal construcción así como la felicidad de todo nuestro pueblo.