Nicolás Albera
Alejandra (nombre ficticio) deja su teléfono a unos
metros suyo. Deja cerca solo el termo y el mate, luego decide empezar a hablar y
restarle importancia a los mensajes que van llegando a ese aparato que de a
ratos se enciende y que tiene mucho que ver en lo que está por contar.
Su
testimonio busca algo más que dar cuenta de una situación que sufre. También
quiere alertar a otras familias que pueden estar pasando por lo mismo y que
quizás no se dan cuenta o simplemente lo niegan, algo que ocurre cuando se
habla de adicciones.
Su
hijo, hoy de 18 años, cayó cuando tenía 15 en las garras de lo que se conoce
como ludopatía digital o ciberludopatía, un impulso incontrolable por apostar
dinero a través de distintas plataformas digitales. Justamente a través del
celular, durante la pandemia del covid-19, el adolescente –de quien
resguardamos la identidad- comenzó a jugar compulsivamente.
“Comenzó
hace tres años cuando jugaban al truco por plata. Primero con las cartas y
luego con la pandemia, que no se podía salir a ningún lado, se entretenían con
el mismo juego pero de forma virtual”, cuenta la mujer a Up, agregando que lo tomaban “como juego donde se apostaba poco dinero,
hasta que se dieron cuenta que podían ganar mucho”.
Por
ley, en Argentina no está permitido que los chicos menores de 18 años
participen en apuestas. Sin embargo, muchos suelen falsear datos para hacerlo, por ello en Jugadores Anónimos ahora admiten a menores de 18. En los grupos a los que
asisten comienzan a aparecer adolescentes de 14
o 15 en busca de ayuda.
Además,
en las escuelas empezaron notar que tanto las aulas como los patios son
escenario también de chicos hipnotizados más por el teléfono que por lo libros.
- ¿Cuánto tiempo les fue en
casa para darse cuenta de lo que estaba sucediendo?
-
Duró mucho tiempo, no me di cuenta rápido que era una adicción hasta principios
de este año. En un primer momento lo minimicé, me pedía poco dinero para
apostar y como estaba encerrado en casa accedí a darle. Después empezó a mentir
para conseguir el dinero, que lo necesitaba para algo pero finalmente era para
las apuestas online. Cuando me di cuenta lo que hacía conmigo y el padre lo
había hecho también con los abuelos, el hermano. Sacaba desde las billeteras
virtuales, pero devolvía una parte o a veces nada. Una vez le revisé el
teléfono a mi mamá y tenía mucha plata transferida a su cuenta. Lo mismo me
pasaba a mí. Cuando yo no tenía el teléfono conmigo, él se pasaba plata. Al
mismo tiempo le pedía a su papá. Una vez me dijo que el padre no le dio para el
gimnasio, que tenía que darle yo. Resulta que los dos le dimos el dinero.
- ¿Cuándo lo descubrieron
cuál fue su reacción?
-
Empezó a hablar de grandes inversiones, que iba a ganar mucho dinero. Ahí caí
que le pedía plata a todo el mundo. Lo senté, le mostré toda la plata que había
gastado. Decía que no era otra cosa. Pero invertir lleva todo un estudio detrás,
por eso lo que él hacía era una timba. Es como una adicción a la droga, el
cigarrillo, el alcohol, les cuesta salir, hablar del tema, asumirlo. Es una
generación que quiere todo rápido. Comencé a darme cuenta que se sienten
obligados a generar dinero sin trabajar, todos quieren ser inversores. Y
después tienen publicidad en el teléfono a cada rato, es la vieja pirámide para
estafar.
- Se convirtió en un negocio
que iba siempre para atrás.
-
Hablaba de inversiones, de comprar criptomonedas, acciones. Él y sus hermanos
tenían plata guardada porque les regalan sus abuelos, pero de un día para el
otro no tenía más. Me pedía plata porque no tenía; yo un día le daba 10 mil
pesos para que tire en la semana y al otro día me volvía a pedir. Abrí los
ojos, me senté y le dije que estaba apostando la plata. Me dio una excusa de
las inversiones, pero no, eran apuestas.
- ¿Cómo lo afrontaste como
madre?
-
Hay que apelar a no enojarse, salir del rol de mamá de enojarnos y ponerlos en
penitencia. Hay que explicarles que no es una inversión sino que pierden la
plata, la están tirando porque cuando juegan tratan de recuperar lo que
perdieron. Es una rueda. Le propuse que vea cuánta plata jugó y cuánta ganó,
que vea la diferencia. Se entra en una desesperación, pierden y quieren
recuperar entonces empiezan a robarte. Antes vendían cosas, pero en este caso
sacan plata sin pedirla desde una billetera virtual que uno les facilita por
comodidad pero eso también es robar.
Buscar ayuda
Alejandra,
además de afrontar como madre la situación también buscó atención de un médico
psiquiatra para su hijo y se acercó a la Asociación
Civil Madres Territoriales San Francisco donde encontró el asesoramiento y
acompañamiento.
“Va
al psiquiatra, tiene la contención de su familia. Hablando, reconoció las
cosas, sabe que tiene que mejorar, que hizo algo mal… lo asume pero tiene
recaídas”, sostuvo e indicó algo que todos los que sufren este problema dicen,
el celular es un casino portátil: “El problema es el teléfono. El alcohólico ni
una botella de vinagre debe tener en su casa, el drogadicto claro que nada de
droga o cigarrillo para el fumado. En este caso es el teléfono, entonces es muy
difícil”.
Claves de un fenómeno
imparable
*
El acceso temprano a los teléfonos y las billeteras virtuales que permiten a
los chicos manejar dinero e incluso pedir préstamos. Esto dificulta el control
por parte de los adultos.
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Las publicidades de sitios de apuestas online son omnipresentes: en las redes,
en los medios, en las camisetas de los clubes de fútbol. Deportistas, famosos e
influencers promocionan estas páginas.
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El auge de las apuestas online en la Argentina generó un nuevo negocio ilegal:
los “cajeros”. Se trata de intermediarios que se encargan de recibir el dinero
de los apostadores y transferirlo a las plataformas de juego, a cambio de una
comisión. Operan a través de redes sociales, como WhatsApp, Instagram y
Telegram, publican anuncios en los que ofrecen sus servicios y se ponen en
contacto con los interesados para concretar las apuestas.