En la semana se
vivió otro momento desesperante donde un joven tuvo un intento se
autolesionarse pero afortunadamente fue rescatado a tiempo. Sin dar demasiados
detalles, este y otros casos más, hacen que allegados al muchacho pidan a las
instituciones, Estado y medios que se hable más de prevención de suicidio.
¿Dónde pedir
ayuda?
Existen centros
de asistencia y quienes estén atravesando crisis pueden llamar al (0351)
2266135, al 0800 122 1444 -opción 6- o al servicio de Salud Mental del Hospital
Iturraspe, 03564 443790 (número fijo). Especialistas en la temática remarcan
que comportamientos suicidas pueden reducirse con apoyo y tratamiento de
especialistas en salud mental.
"El suicidio
no es un acto privado e individual, representa un problema de salud pública"
En palabras de
la Dirección Nacional de abordaje integral de Salud Mental y Consumos
Problemáticos: “Sería erróneo entender al suicidio como una entidad
psicopatológica en sí misma, o como un acto que sucede únicamente en el marco
de algún padecimiento mental severo. Por el contrario, al ser un fenómeno
multicausal, está atravesado por distintos factores interrelacionados de orden
personal, comunitario y social, ya sea biológicos, psicológicos,
socio-culturales, entre otros”. (Ministerio de Salud)
En el 2021 se
reglamentó en nuestro país la Ley Nacional de Prevención del Suicidio (Nro.
27.130), cuyos principales puntos son: establecer la reglamentación de la
atención a personas en riesgo de suicidio y la asistencia a las familias, la
capacitación profesional en la detección y atención, y el abordaje coordinado,
interdisciplinario e interinstitucional de la problemática de suicidio.
¿Qué pasa con la
estructura de significantes que nos sostiene y nos da un lugar en la sociedad?
¿Qué protege a los sujetos de no suicidarse? El estudio psicológico de Carmona
(2010), establece que “el suicidio es un acto construido en dinámicas sociales que
favorecen la idea de «darse muerte a sí mismo»” (p. 16).
Un complejo
universo de factores de riesgo participa en la construcción de una identidad
vulnerable al suicidio: la transición de la vida lúdica a la vida sería, la
delimitación entre la fantasía y la realidad, la fijación de fronteras entre el
yo y la valoración del suicidio como una representación significativa en los
ambientes en los que transcurre la vida de los niños y adolescentes; la
presencia de ciertos juegos peligrosos; el carácter sugestionable (ante los
componentes ideativos y emocionales de los otros significativos) de la
subjetividad de los niños y adolescentes.
Contagio del
suicidio
“El contagio del
suicidio se refiere a un fenómeno en el que un suicidio parece conducir a otros
en una comunidad, una escuela o un lugar de trabajo.” (Moutier, 2023: 7)
Christine Moutier (2023: 7), psiquiatra especializada en prevención del
suicidio, nos habla de que “se estima que el contagio del suicidio puede ser un
factor a tener en cuenta aproximadamente en el 1 al 5% de todos los suicidios
de adolescentes”, ya que en el caso de niños, adolescentes y jóvenes adultos
son un público muy vulnerable a los efectos de contagio que produce el
suicidio.
Quedan expuestos
cuando conocen a alguien, familiar o amigo, que intenta o se haya suicidado.
Por ese motivo es muy importante destacar que los mensajes que se den deben
describir a los padecimientos subjetivos como parte de la vida y que no hay
nada de malo en buscar ayuda o iniciar algún tratamiento.
Tabúes y
estigmatizaciones del suicidio
Eliminar
prejuicios: El suicidio no es ni bueno ni malo, tampoco un hecho delictivo, es
una situación de sufrimiento. “La estigmatización, sobre todo la que se crea en
torno a los trastornos mentales y el suicidio, disuade de buscar ayuda a muchas
personas que piensan en quitarse la vida o tratan de hacerlo y que, por lo
tanto, no reciben la ayuda que necesitan”. (OMS, 2021)
De pecado mortal
→ crimen → a patología.
En la actualidad
sigue existiendo el mito de considerar que el suicidio solo se produce en
personas que padecen trastornos o sintomatología psiquiátrica, pero
científicamente se ha comprobado que el suicidio constituye un problema
multifactorial en la que interviene aspectos psicológicos, biológicos, sociales,
culturales y ambientales. (Elcarte Javier, 2022)
Desde una
perspectiva contextual-existencial, el suicidio se vería como una solución
límite a una crisis vital de un sujeto con capacidad de
acción-decisión-ejecución que, en una circunstancia determinada –construida
como insufrible, irresoluble, interminable, inescapable, sin futuro y sin
esperanza-, decide quitarse la vida, pudiendo elegir no hacerlo.
Este “pudiendo
elegir no hacerlo” es fundamental, ya que sin él, el suicidio carece de
sentido, quedaría reducido a reacción o síntoma, pero no a acción humana.
Prevención del
suicidio
Los Planes,
Estrategias y/o Protocolos para la prevención y tratamiento del suicidio no
deberían ser sólo campañas de detección y abatimiento de síntomas (intervención
centrada en la punta del iceberg), sino que deberían ayudar a las personas en
crisis a enfrentar los auténticos problemas y dilemas que la vida les plantea
en primera persona, dotándoles de los recursos singulares y sociales
necesarios.
El control de
síntomas, si nada cambia, contextual, familiar ni existencialmente, dará como
resultado predecible un aumento del malestar y, correlativamente, un aumento
del riesgo y de nuevos tratamientos, llegando hasta las medidas coercitivas
como el ingreso involuntario, tan necesario como muchas veces evitable.
Como han
señalado Rogers y Soyka (2004), este abordaje centrado en la sintomatología
produce un “efecto deshumanizante”, crea distancia entre la persona que busca
ayuda y el profesional y por tanto aísla; construye una identidad suicida y por
tanto un manto de vergüenza tras el que ocultarse; y finalmente, induce
desesperanza e indefensión respecto de las posibilidades de solución.
Por lo tanto, la
finalidad de los Planes, Estrategias y/o Protocolos de atención-prevención del
suicidio no debiera consistir sólo en impedir la muerte (dispositivos de
vigilancia, control farmacológico, adherencia e ingreso hospitalario, sin ser
esto poco), sino en ayudar a las personas a engancharse a la vida, para lo cual
se requiere no sólo saber lo que tiene (identificación y cuantificación de los
comportamientos suicidas), sino entender lo que pasa; construir una narrativa
biográfica de sentido (cómo hemos llegado hasta aquí) y de futuro (construir un
horizonte de esperanza).
Se necesita una
lectura crítica respecto de la investigación tradicional del suicidio y avanzar
hacia una aproximación plural, cualitativa y contextual-existencial, para la
comprensión, prevención, desestigmatización y ayuda a las personas con riesgo
suicida, supervivientes y familias. Para ello se precisa de la colaboración
interdisciplinar y multiprofesional de los profesionales de la medicina, la
enfermería, la psicología, el trabajo social, la sociología y la antropología,
etc. (Con información Defensoría de Buenos Aires).