Nicolás Albera
Castro
Barros al 300, barrio La Florida. La zona es fácil de detectar cuando el camión
de gran porte color celeste con algunos vivos rosa, blanco y violeta se
encuentra estacionado frente a la casa de su propietario Claudio Viñuela (52). Hace cuatro años, esa pequeña cuadra se
convirtió en una especie de zona de guerra.
Militares,
policías, personal de salud con trajes de bioseguridad, vecinos curiosos y
medios de comunicación poblaron el sector. Hasta un helicóptero sobrevoló la
zona.
Viñuela,
un camionero oriundo de Sastre (Santa Fe) pero afincado desde hace varios años
en San Francisco se convertía en el
actor central de una película que tuvo rodaje durante 50 días pero que nunca llegó
al cine.
“Llegué
de viaje un viernes (12 de junio de 2020) y en el control del acceso a la
ciudad desde el COE me piden que me vaya a hisopar. A la mañana siguiente me
llamaron para saber si estaba en mi casa, me pidieron que me quede porque había
dado positivo. Enseguida la cuadra se llenó de militares, policías, había
cámaras filmando, me metí adentro porque sentí miedo”, reconoció Viñuela a Up,
a cuatro años de ese episodio que marcó su vida y la de su familia.
Que
tocó una lapicera infectada, que anduvo tomando mate con otros camioneros y más
fueron las versiones que corrían sobre su contagio. Algo que nunca se logró
saber.
Su
contagio constituyó el cuarto caso de Covid confirmado en San Francisco ese
año, tras un mes sin contagios. El quinto fue el de su hijo Agustín (21), diagnosticado
un día después. Inmediatamente el COE decidió que la ciudad regrese a una fase
anterior del aislamiento, lo que implicaba volver a medidas más estrictas.
Además
se estableció un cordón sanitario para aislar a la familia del camionero en su
vivienda para someterse, en principio, a una cuarentena obligatoria de 14 días.

Sentirse el virus en persona
Recordar
lo inicios de la pandemia del Covid-19 provoca sensación de angustia. Sobre todo
el anuncio de aquel viernes 20 de marzo de 2020, que marcó un hito en la
historia argentina cuando el gobierno nacional dio inicio por decreto al Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio
(ASPO), a 9 días de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) hubiera
declarado el estado de pandemia.
La
medida adoptada fue pionera para contener el avance del coronavirus, contó con
el consenso de los principales infectólogos del país, y como si fuese poco, sumó
un acuerdo político con escasos precedentes para los argentinos. Todavía se
recuerda al presidente Alberto Fernández
y la foto con los principales opositores de ese entonces. Se trataba de un
momento crítico y había que mostrar unidad. Pero también era un tiempo de
confusión, lo que se terminó evidenciando tiempo más tarde.
A
Viñuela lo vistieron con el traje de bioseguridad y lo trasladaron al hospital
Iturraspe donde lo ubicaron en una pequeña sala. “Todos me trataban con miedo.
Al otro día trajeron a uno de mis hijos conmigo que también se había contagiado”,
recordó. Siempre, sin síntomas y en buen estado de salud.
Al
momento de hablar de sensaciones, el camionero manifestó: “Sentí que era el
primero que trajo el Covid a San Francisco. Pero yo estaba trabajando, igual me
sentí señalado, se me juzgaba; también a mi hijo que decían que estaba en
fiestas clandestinas. Me llamó hasta la intendenta de Sastre de donde soy para
saber si había estado allá, pero no había ido, sin embargo, la gente decía que
yo estuve y publicaban fotos viejas”.
Lo
que recuerda Viñuela es una realidad porque su contagio como el de su hijo despertaron una ola de rumores y
chismeríos sobre sus vidas, los que se esparcieron por las redes sociales a
toda prisa, tal como lo hizo el virus en el mundo.
Sucede
que por el padre debieron hisoparse 33 personas, llamados “contactos
estrechos”, aunque solo su hijo dio positivo. Por éste, se analizaron a otras
14 personas, resultando también casos negativos.
Pero
a nadie le importó esos resultados. Lo dicho ya estaba escrito. El escarnio se
había viralizado.
La estadía más larga del
mundo en el Iturraspe
El
miércoles 29 de julio de 2020, después de pasar 50 días en el Hospital
Iturraspe, Claudio y Agustín dieron negativo -¡al fin!- al hisopado y fueron
dados de alta. La estadía de tantos días fue insólita en ese entonces y hoy
pareciera un disparate.
“Estuvimos
50 días guardados, sin síntomas. Pero los hisopados que nos hacían daban siempre
positivo por eso no recibíamos el alta. En un momento pedimos una comida
diferente porque nos daban todos los días la comida de quienes estaban internados
y nosotros estábamos bien”, señaló.
Ambos
convivieron en una pieza especial, de paredes blancas, con un pequeño baño y apenas
una ventana al exterior. Tenían un televisor y una bicicleta fija ubicada entre
las dos camas, sus pasatiempos que hicieron que los días tuvieran un poco menos
sabor a encierro.
El
final de su estadía lo pasaron en el edificio de Salud Mental donde no había
nadie, ahí pudimos estar en un espacio “abierto” disfrutando el aire libre: “Agradezco haber estado bien de salud, lo
que habló la gente ya está”, afirmó.

No
obstante, lo que más lamentó Claudio es lo que debió pasar el grueso de su
familia aislada en su casa: “La familia se las rebuscaba para comer porque nos
los dejaban salir. Nos ayudaron desde merenderos. Después a mí me costó mucho
porque mi capital (por el camión) estuvo parado. Tuve que poner baterías
nuevas, de la firma Boero me dieron una mano con viajes para poder pagar las
cuentas”, explicó.
Claudio
cuenta que lo recuerdan como el “camionero del covid” cuando lo ven arriba de
su inconfundible vehículo que pasó del azul al celeste a causa de los lavados
de lavandina que recibió el día del bloqueo. Hoy sigue trabajando para el molino,
también viaja a las provincias de Mendoza y Santa Fe a buscar verduras, definiéndose
como alguien que está “siempre en movimiento”.
“Hoy
te digo que el mayor peligro está en la ruta, te vas y no sabés si volvés”,
aseguró. Aunque prefiere no mirar para atrás, sabe que su contagio y lo
acontecido luego forman parte de su anecdotario: el día en que fue el actor principal de una película de con un final
impensado.